miércoles, 5 de agosto de 2009

Normas de seguridad

Como en todas las actividades humanas, las leyes y normas son hechas para regular el comportamiento de todos y por supuesto, facilitar la convivencia.
Sin temor a equivocarme, creo que todos los que estamos involucrados en el tema de seguridad industrial hemos oído alguna vez frases que descalifican o buscan descalificar las normas que se han establecido. La parte infortunada de esas afirmaciones de descalificación es que quienes lo hacen parece que miran el árbol sin considerar el bosque; pero más allá, dan la sensación que no tienen intención de hacerlo.
Para nadie es un secreto, ni es necesario hacer grandes investigaciones para relacionar accidentes con violación de normas -en muchos casos elementales- de seguridad. La prisa, la administración por emergencia y el hacer las cosas “a toda costa” tienen un precio que tristemente pagan aquellos que “se limitan a cumplir órdenes” sin importar lo que digan las normas. La legislación de todos los países (espero que sean todos) otorga a los trabajadores el derecho de negarse a ejecutar tareas que atenten contra su salud y su integridad. Lastimosamente muchos accidentados no están informados o simplemente no ejercen este derecho.
Por otra parte están también, las normas absurdas y el tratamiento erróneo que se pueda dar a ellas. Si el ejecutar una tarea simple y repetitiva implica llenar formularios interminables, solicitar autorizaciones y esperar días para su respuesta, es de suponer que quien vaya a realizarla hará lo posible por evitar todo el trámite. En primera instancia porque nadie quiere demorar más en el papeleo que en la acción y segundo, porque todos queremos ver nuestro trabajo hecho.
Cualquiera podría desprevenidamente pensar que hacer un manual de seguridad industrial e incluir normas en él es un asunto fácil, que puede hacerse en unas horas “copiando y pegando” de internet. Bien lejos están de la realidad. Efectivamente hay algunos principios y normas generales que aplican para todos, pero extenderlas a todo el universo de la seguridad industrial es un error tan grande como frecuente.
Como principio, siempre creo que las normas deben ser consecuencias. Es decir, antes de instituir una norma se deben considerar otros asuntos como las mejores prácticas de las industrias, la posibilidad de establecerlas en cada empresa particular, los temas culturales de los trabajadores involucrados o cubiertos por ellas y las condiciones del sitio de trabajo.
Por último, quiero mencionar también la ausencia de normas. Como lo indiqué al principio, estas existen para regular nuestra interacción con los demás y la falta de ellas es abonar el terreno para el desorden.

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